jueves, 18 de junio de 2020

                                                                                                         




La paternidad en el siglo XXI, como viven "ellos" la búsqueda de un hijo



Mucho se ha hablado de la búsqueda del embarazo, de los duelos, de las pérdidas y también de los logros  desde la perspectiva de la mujer. Históricamente la búsqueda de un embarazo, su éxito o fracaso fue un tema femenino. La cosa empezaba y terminaba en el cuerpo de la mujer. La mirada y el vivenciar del hombre por mucho tiempo fue forcluído del discurso médico y social  respecto de la búsqueda de un hijo. Hoy presenciamos profundos cambios sociales, la constitución de las familias ha variado significativamente, y el hombre se ha ubicado en un lugar diferente respecto de la búsqueda de un hijo y de la paternidad en general. Se podría decir que un hijo ya no es cosa “solo de mujeres”. Los hombres están muy presentes en la búsqueda, en los tratamientos, en la llegada y crianza de un hijo.

Maternidad y paternidad se juegan en dos campos distintos con un elemento en común: el hijo. La maternidad es una experiencia que pasa por diferentes lugares, sobre todo por el cuerpo. Ya sea porque la mujer gesta al hijo en su vientre, lo da a luz, lo amamanta, lo cuida, lo limpia, lo alimenta, o lo consuela, en el vínculo madre-hijo el cuerpo y el contacto corporal  son un canal de comunicación y la plataforma de la relación entre ambos.
El hombre se ha mantenido al margen de este vínculo durante muchos años pero actualmente estamos asistiendo a un cambio muy importante donde el hombre es actor tanto de la búsqueda como de la crianza de un hijo.
Muchas veces, cuando el hijo no llega, el hombre atraviesa la búsqueda con mucha culpa y con sensación de fracaso o de frustración. En ocasiones  la infertilidad es fantaseada  y confundida con  impotencia sexual. Claramente la infertilidad nada tiene que ver con la falta de deseo o de potencia sexual, sólo que a veces las sensaciones de angustia y abatimiento llevan al paciente a vivir una cosa como si fuera la otra.

El hombre muchas veces, tiende a vivir en soledad las sensaciones y afectos negativos devenidos de la búsqueda y de los tratamientos de infertilidad. La creencia histórica de que los hombres no lloran y son fuertes al estilo “Superman” son premisas que conducen a un único destino: los cuadros depresivos. Sobre-adaptarse al dolor y a la angustia tanto para el hombre como para la mujer  es extremadamente exigente y no contribuye positivamente al manejo del tratamiento. 



La experiencia de la paternidad en el siglo XXI

 Si bien históricamente se entendió a la paternidad como una experiencia centrada en la transmisión de valores, el rol paterno en  la familia moderna es mucho más rico y creativo. La transmisión simbólica paterna es la transmisión  de valores, ideales, costumbres, discursos.
 Si bien un hijo implica responsabilidad  no sólo para la mujer sino también para el hombre, no es únicamente esto, por sobre todo es una experiencia de crecimiento y de satisfacción. Para algunos hombres tener un hijo implica vencer fantasmas y temores, arrastrados por muchos años,  relacionados con la pérdida, de la libertad, la juventud, la independencia y también de su propio lugar de hijo.
 La paternidad en el hombre adulto y maduro es  vivida como una experiencia vivificante, rejuvenecedora e incluso vigorizante. Algunos hombres  logran conectarse con sus hijos de una manera relajada con  espacio para el disfrute y el placer cuando han superado las propias exigencias, se han desafiado  a sí mismos  ganando y  perdiendo en la vida. La paternidad puede ser vivida como una experiencia creadora  cuando la propia autoestima no se juega en esto.
Es decir que la experiencia de la paternidad es una experiencia creativa, y creadora de crecimiento y evolución, de cambio y proyección. El hombre para ser padre, desde esta perspectiva, debe poner mucho más que unas pocas células germinales, debe poner su madurez, su seguridad en sí mismo, su flexibilidad y su fortaleza para ayudar a crecer y desarrollarse a otro que lo sucederá en la rueda de la vida.


 El gran desafío de la paternidad en estos tiempos

Sin lugar a dudas los nuevos modelos familiares con las familias Homo y Monoparentales son el desafío de este nuevo milenio.
Ser padre en el contexto de una pareja igualitaria o en soledad es una aventura que no pocos están dispuestos a  afrontar. Muchos hombres solos no le tienen miedo a los pañales, a las noches en vela y sobre todo no le temen a ser juzgados por animarse a buscar un hijo sin pareja o con una pareja igualitaria.
Históricamente se le atribuyeron a la mujer los atributos necesarios para afrontar la crianza y el sostén amoroso de la familia mientras que el hombre acompañaba. La familia crecía bajo la mirada vigilante del “padre proveedor”, no sólo la psicología y la sociología nos hablaban de esto, la religión y hasta el arte pintaban así a la “Sagrada Familia”.
La familia actual, no es sagrada ni consagrada a ideales, es dinámica, real y creativa, donde los roles son plásticos y no tienen que ver con el género si no con el lugar en el que nos ubicamos de acuerdo a nuestras identificaciones.
Ver a dos padres hamacando a su hijo o recibiéndolo a la salida del jardín de infantes, así como también  ver a una madre o a un padre solos no son escenas “extrañas”, forman parte de nuestra cotidianidad y del entramado  de nuestra sociedad

La paternidad  plantea  desafíos complejos. El hombre solo o acompañado de otro hombre o de una mujer se enfrenta  a una experiencia, que en la actualidad, implica revertir viejos y gastados conceptos para hallar las nuevas herramientas que permitan hacer de la paternidad algo posible.  La cuestión está en entender que debemos educar y formar a un hijo para un mundo distinto con exigencias y modalidades nuevas, como la tecnología o los nuevos modos de comunicación. Estos pueden ser obstáculos complejos de superar, pero que se atraviesan  si entendemos que ser padres es  una experiencia de aprendizaje, gratificación y oportunidades.

Lic. Patricia Martinez
M.N. 24.411

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